Escribo este artículo como médico y como católico.
Recientemente la diócesis de Madrid y otras muchas de España han levantado la dispensa para el precepto dominical. Esta noticia llega junto con otra de la OMS que por fin reconoce el posible contagio por el aire en espacios cerrados; algo que los colectivos científicos venían evidenciando desde hace meses avalados por muchos estudios.
En primer lugar, contaré una anécdota. Estaba el otro día en Misa y vi como una mujer entró en el templo con su mascarilla, se puso su gel en las manos y se sentó a distancia de una compañera de banco. Pero cuando vio que era una conocida, se acercó a ella, se frotaron los brazos mutuamente y se plantaron dos besos con mascarilla incluida para, acto seguido, volverse a separar a la distancia de seguridad.
Esta anécdota pone de manifiesto que la primera medida está en la mentalidad de cada uno de nosotros. Y que, como en este caso, debemos corregir esa costumbre o ese sentimentalismo de pensar que si no hay contacto, hay menos cariño.
Por otra parte, también me he topado con algún ¿católico? que estaba dispuesto a asistir a la misa, comulgar en la boca o dar besos y abrazos en un funeral, bautizo… porque Dios no va a permitir el contagio a “sus hijos” que cumplen con los sacramentos. Una mentalidad así es, desde luego, un “chantaje” a Dios, una cortedad de miras colosal y denota una gran soberbia para, con excusas piadosas, empeñarnos en nuestras ideas y obrar mal.
Yo soy médico, aunque no experto en la materia. Es cierto que empecé a prevenir de esta pandemia a mi grupo de católicos en febrero y que publiqué unos artículos en mi blog a partir del 4 de marzo avisando que era un virus peligroso, más contagioso que una gripe y más letal.
¿Cómo podríamos orientar los médicos, especialmente a los sacerdotes, para evitar al máximo el contagio por la COVID-19 en recintos cerrados como son los templos?
Propongo lo siguiente:
Asistir al templo siempre con mascarilla, aunque no sea obligatorio. Existe el riesgo del contagio por el aire y este riesgo se reduce considerablemente con el uso de la mascarilla.
Guardar siempre separación entre los asistentes, separación que debería ir aumentando si la pandemia se va agravando en esa zona.
Tener los templos bien ventilados, especialmente en las capillas e iglesias pequeñas en las que los m3 de aire son pocos en relación con los asistentes.
En los templos más grandes los virus se disuelven en una cantidad de aire mucho mayor por lo que su capacidad infectiva se reduce considerablemente.
No realizar el gesto de la paz dándose la mano o mediante contacto similar.
Insistir en la recomendación de la comunión en la mano. Los que necesiten comulgar en la boca que lo hagan los últimos.
El sacerdote, por lo general, debería llevar mascarilla, excepto si es un templo grande y está alejado del público.
Previo a dar la comunión a los fieles, el sacerdote debe desinfectarse las manos con una solución hidroalcohólica.
Desinfectar el templo, entre misa y misa, si es posible o al final del día.
Si las circunstancias locales de la pandemia reflejan un aumento de casos en la zona tenemos que ser más previsores. Y al respecto debemos saber que:
El tiempo en espacios cerrados aumenta el riesgo de contagio, por lo tanto si las cosas van a peor, las misas deberían ser más cortas.
Los cánticos aumentan la liberación de virus a pesar de llevar mascarillas por lo que deberían restringirse al maximo o suprimirse.
Si alguien se encuentra “ligeramente” mal, NO debe ir a misa. Lo contrario es una irresponsabilidad y una gran falta de amor al prójimo; que los escrúpulos no confundan a la gente con estas cosas.
No hay que esperar a tener fiebre, tos… para tomar estas medidas ya que los primeros síntomas de la enfermedad pueden ser muy leves y, sin embargo, desde el primer momento se puede ser contagioso.
Los colectivos “de riesgo”: personas mayores, enfermos crónicos, inmuno-deprimidos, etc. deben valorar un mayor aislamiento voluntario y asistir a la misa en directo aunque telemáticamente cuando las circunstancias se pongan ligeramente peor.
Quizás ya estamos en esas circunstancias porque vemos cómo los brotes locales son cada vez más numerosos y los infectados locales que reportan las comunidades autónomas son a menudo más que los que comunica el Gobierno.
Finalmente, y si la situación se descontrola otra vez, las autoridades religiosas deben estar dispuestas a cerrar los templos al público incluso antes de que lo diga el Gobierno.
Dr. Carlos Navarro.
Hola, a día de hoy ¿Cómo ves la situación? ¿es necesario el uso de mascarillas en espacios abiertos? ¿Qué consejos nos puedes ofrecer en esta nueva etapa tras el confinamiento? Muchas gracias